El exotismo de esta pils (4,7%) jamaicana, reside sobre todo en su origen de producción. Sin embargo, no está desprovista de otras originalidades ya que, por ejemplo, apenas tiene amargor, dejando a sus maltas el papel principal de su consumo. Aporta esencialmente un gran frescor tanto en el paladar como en conclusión, sin olvidar la sensación del retrogusto cuando se toma directamente de esa botella tan característica, que recuerda a los años cincuenta. Escalofríos nostálgicos y placeres garantizados.